COMPETENCIAS
LA INFLUENCIA POSMODERNA EN LA EDUCACIÓN
¡Baje de peso en dos semanas! Dice el comercial
de televisión, ¡Yogurt bajo en grasa! Grita el slogan mercadotécnico, ¡licenciaturas en dos años y medio! En una
universidad de “prestigio”, ¡Gane más en menos tiempo y con menos esfuerzo! Pregona
un anuncio en blanco y negro pegado en un poste. No hay que ir muy lejos para
encontrar las características de la época que nos ha tocado vivir. En efecto,
la mayor parte de anuncios propagandísticos llevan en sí mismos la marca de las
estructuras socioeconómicas, políticas y culturales de la posmodernidad.
La palabra Light
(Rojas, 1992) podría muy fácilmente resumir toda la problemática que hay detrás
de la posmodernidad, de hecho, en ella se encuentra todo el meollo de asunto al
grado de poder escribirse libros enteros sobre ello, cosa que sobrepasa los
objetivos del presente trabajo. Basta decir vida posmoderna es Light, es decir: vacía, sin sustancia,
sin grandes ideales, apegada al “aquí y ahora”, materialista y consumista al
extremo, lo Express e inmediato es la ley; la utilidad, la medida de todas las
cosas… y personas; lo subjetivo, individual, transitorio y desechable lo más
loable, mientras que lo objetivo, comunitario, permanente e imperecedero lo más
detestable que se pueda hallar; tantito peor si se habla de la verdad. ¡No! lo que cuenta no es la
verdad, palabra incomoda por cierto, sino la opinión: No hay hechos, solo interpretaciones declaraba Nietzsche. Tal vez
por eso no es de extrañar que ante el hastío, rutina y vacuidad de la realidad
se busque ahora el vivir la virtualidad, aquél mundo fantástico donde uno no
tiene que preocuparse por ser uno mismo porque puede ser lo que quiera…o al
menos lo que el programa le invita y limita a ser: De la persona real al avatar
virtual.
Esta actitud de huir a lo real responde al
mismo sistema capitalista neoliberal vigente. Fromm (2000) hace un análisis
corto pero contundente sobre nuestros tiempos al observar que el capitalismo
moderno requiere hombres que cooperen mansamente y en gran numero pero que a la
vez se sientan libres e independientes, no sometidos a ninguna autoridad,
principio o conciencia moral pero con disposición para ser manejados y hacer lo
que se espera de ellos para encajar en la maquinaria social de manera que
terminan por ser seres enajenados de si mismos, de sus semejantes y de la
naturaleza misma. Por lo mismo, aún estando con otros, se sienten solo. Para
aliviar dicha soledad, la civilización moderna ha usado la rutina laboral,
pero, al ser insuficiente ésta, inconscientemente busca sobreponerse a su
desesperación mediante la rutina de la diversión. El Facebook, Twitter, juegos
de video y smartphone y tablets
han acrecentado, de hecho, este fenómeno. Por lo mismo, no es raro encontrar
que muchos jóvenes (e incluso adultos), al final de su horario escolar o
laboral, lo primero que hacen es encender la computadora y entrar a su cuenta
de Facebook o Twitter, llegando incluso a sentirlo como una necesidad inaplazable
(Pretelín, 2012). Efectivamente, en las redes sociales lo más in del momento lo es solo por un
instante, la noticia del siglo dura solo segundos, a lo máximo unas cuantas
horas. Mi pensar, sentir o querer se encierra en 140 caracteres del Twitter; el éxito se mide por el número
de seguidores o likes a una
publicación, no tener un me gusta
significa la muerte, no existir para el mundo; igual da decir un pensamiento
profundo que cualquier comentario tarugo, de hecho, recibirá mas likes el segundo…it’s a true story. ¿Libertad de pensamiento? ¡Que va! Eso es cosa
del siglo pasado, ¡arriba el libertinaje de pensamiento!...o su vómito. Antes
no saber escribir era sinónimo de analfabetismo ahora es señal de la alta
cultura digital, oso sino no sabes
que OMG significa Oh, my God.
En resumen, la vida Light de la época posmoderna esta caracterizada por el consumismo,
materialismo y utilitarismo fruto del sistema capitalista neoliberal. La rutina
de la cotidianidad bajo esta forma produce angustia, angustia que muchos tratan
de evadir viviendo una vida virtual y para lo cual las redes sociales tienen un
papel no pequeño en este proceso de enajenación. Casi tiene razón Sartre cuando
hablaba de la náusea. En fin, en muy
pocas palabras: Este es el mundo que nos tocó vivir. Efectivamente, la filosofía de la época -esta filosofía
que se nutre de la cotidianeidad y del pensamiento académico- es algo que
influye y condiciona toda la vida humana en un contexto histórico-social
(Yurén, 2011), esto es innegable si se parte del hecho de que la persona humana
es integral: un ser individual, social, político, religioso, económico,
simbólico, etc., alma y cuerpo en unión consustancial. Con esto nos alejamos de
los reduccionismos materialistas, positivistas, espiritualistas y
racionalistas.
Es importante recalcar que la filosofía de la
época se nutre de la cotidianeidad, más si se deja ver que la cotidianidad se
ve reflejada en este alejamiento de lo real por lo virtual y del triunfo del
utilitarismo, materialismo y consumismo como valores supremos de la época
posmoderna dejando ante sí solamente el vació y anhelo por lo realmente humano:
la necesidad de trascendencia y unidad en el amor (Fromm, 2000)
Es importante el alejamiento con los
reduccionismos ya mencionados ya que a lo largo de la historia moderna y
contemporánea son los que han influido sobre la humanidad con sus nefastas
consecuencias. El hecho de que llamemos posmodernidad
a la época actual indica en realidad la época contra la que se ha sublevado la
actual generación: La modernidad. Aquella modernidad que llevó a endiosar a la
razón y a la ciencia hasta el punto de casi suprimir a ser humano. El
iluminismo que una vez pensó engrandecer al Hombre terminó por degradarlo y
traer tras de sí una insatisfacción tal que ahora se habla del fin de los relatos. El papel de la
educación en este proceso no puede minusvalorarse pues realmente ha sido a
través de ella que estos puntos de vista se enraizaron en la conciencia de la
humanidad dando por resultado a este vació existencial y a al imperio del
escepticismo y relativismo. Si Ortega y Gasset hablaba de la deshumanización del arte, nosotros
podemos hablar de la deshumanización del
hombre. No olvidemos lo mucho que el Ateneo
de la Juventud
luchó, en su tiempo, por desterrar el positivismo del pensamiento mexicano y
las razones que lo llevaron a ello.
En síntesis, la educación misma no está exenta
de la influencia de dicha corriente que por un lado deja una enorme
insatisfacción existencial y por el otro perpetúa muchas condiciones sociales
injustas propias de un sistema capitalista neoliberal so excusa de progreso y
desarrollo de los países donde se ha ido implantando. Al respecto, es necesario saber que todo programa educativo deja
ver en sus valores, fines y objetivos la condicionante del su contexto histórico-social,
económico, político y cultural y, por tanto, sus límites o más aún: los
intereses de fondo. A lo largo de la historia de México se ha pasado por una
serie de proyectos educativos y reformas que, al menos en teoría, buscaba el
progreso y desarrollo de la
Nación utilizando como vehiculo la educación. Así tenemos que
previo y tras el logro de la
Independencia el proyecto educativo ilustrado promulgaba la autonomía como criterio axiológico de la
educación. Dicha autonomía se traducía en libertad e igualdad fundadas en la
ley; sin embargo, la igualdad era entendida, según el contexto en que se usó,
como igualdad legal y no como equidad por lo que en realidad más que promover
la vida digna de todos, especialmente la clase trabajadora y campesina, terminó
por colocar los gérmenes del orden capitalista dependiente que procedería de
dicha etapa y cuyo proyecto, el civilizatorio,
usó la civilización como criterio
axiológico. Desafortunadamente, la civilización se interpretó como la
eliminación de las formas de pensamiento “nefastas”, es decir, la religión y
tradiciones (y en general todo lo que tuviera raíces “metafísicas” o, en
términos un poco más izquierdistas contemporáneas, “retrogradas”); y
significaba la realización del sistema capitalista que tenía por base real la
explotación de las clases populares.
No fue mejor el proyecto que continua al
anterior. En efecto, con la entrada del positivismo los valores que movían la
educación, siempre manejados a beneficio de los grupos en el poder, cambiaron nuevamente
ahora bajo los criterios de orden y
progreso. Dicho orden terminó por
significar la inamovilidad social, la libertad tenía que subordinarse a dicho
valor y, en su mentalidad, la libertad era consecuencia del orden. El concepto
de progreso no tuvo mejor fortuna, de
hecho, progreso significó la
eliminación de la mente de los mexicanos de todo el sentido cultural
“retrogrado” (culturas autóctonas y religión) para elevarlos a lo moderno
(validez absoluta de la ciencia y cultura al estilo de los urbes europeas).
México, para ser una nación moderna tenía que romper con su pasado y dejar de
ser él para transformarse en lo que las demás naciones querían que fuera. Los
tres proyectos educativos anteriores usaron la educación con el fin de romper
con el pasado y, a partir de ahí, comenzar de cero hacia una modernización
dependiente del extranjero y que busca mantener el orden de dominación. Con el
triunfo de la Reforma
y el positivismo se llegó a una triple negación: del pasado indígena, la de la
herencia española y la del catolicismo como diría Octavio Paz. Al respecto,
André Frossard nos recuerda que la civilización
se construye gracias a las aportaciones de las generaciones antecesoras
mientras que la incivilización
comienza cuando se rechaza lo dado por los que nos precedieron y se trata de
comenzar de un cambio absoluto sobre los escombros del pasado, esto es: la
negación la tradición (Navarro, 2007)
Tras estos proyectos, siguieron un intento de
educación socialista, el modelo desarrollista y otros que van más allá de los
objetivos de este ensayo, baste decir que todos estos proyectos sacrificaban al
hombre concreto y presente por un Moloc del
futuro cuya realización es dudosa y difícil (esto aplica tanto para el modelo
socialista como para el desarrollista capitalista). Al final ganó el proyecto
desarrollista que a su vez puso las bases del sistema vigente hoy en día basado
en las competencias. El modelo
desarrollista, como el actual modelo por competencias, subordina la educación
al valor económico; por ello, consideraba que el desarrollo real se lograba al
fortalecer la inversión de las empresas transnacionales en el país para lo cual
era necesario que hubiera mano de obra capacitada y, efectivamente, con dicho
proyecto se logró elevar la instrucción
promedio de la población pero dejó intacto su estatus económico y no modificó
las relaciones de dominación respondiendo más bien al imperialismo
estadounidense (Yurén, 2011, p. 212)
Ahora bien, el actual proyecto educativo,
basado en competencias, es continuidad
del modelo desarrollista y, a su vez, lleva en sí la impronta de la cultura
posmoderna. Dicha afirmación no es exagerada. Esto se entiende si se tienen en
cuenta las características del contexto histórico en el que vivimos y que se
mencionaron al principio de este ensayo, esto es, el pensamiento débil –como lo
llama Vattimo- y el capitalismo neoliberal. Naturalmente, el neoliberalismo requiere, como reflexionaba
Fromm (2000), de hombres capaces de ser creativos, a la altura de las
exigencias del mercado y sometidos al mismo -para lo cual las evaluaciones
vienen a ser el test de medición y
control de las habilidades o competencias
de las personas- pero que a su vez se sienta libre y único, diferente de los
demás y sin otro patrón que él mismo. Dicha situación ha sido magnificada y
hasta promovida por la cultura posmoderna. Esto es indudable si se considera
que la posmodernidad al promover un ser humano y sociedad sin ideales
trascendentales y absolutos, cuya inteligencia es considera limitada, fragmentada
y débil; donde la vida, al no tener
un fin más allá de la existencia inmediata, es considerada únicamente en su aquí y ahora, y cuyo valor -por ende-
está limitado a lo presente, palpable, material por más que no llene el sentido
de la existencia humana. En consecuencia, el pensamiento se fragmenta tanto a
nivel individual como social, de lo cual el Twitter
y el Facebook son pruebas; se vuelca
a la sociedad hacia el consumismo al poner en lo económico y placentero el
valor supremo de una vida carente de sentido; se enajena al hombre de sus
verdadera necesidades y se le adormece
de su deseo de trascendencia y de sus necesidades reales con ayuda de la
publicidad y el bombardeo constante de dichos valores; el pensamiento pierde
profundidad, la enorme velocidad con la que la información se produce y
reproduce conduce a la poca reflexión de la misma, a la incapacidad de hilarla
en un sentido lógico, coherente e integral y a ciencias cada vez más
fragmentadas y necesitadas del auxilio y ayuda de unas con otras. El modelo
educativo por competencias reproduce
cada uno de estos puntos: Ante la perdida de la confianza en la razón humana y
en unión con la rapidez con la que los conocimientos se producen y se superan,
se promueve la insatisfacción del escepticismo constante y del relativismo a la
vez de la necesidad de tener que educar a la persona en la capacidad de
manejarla más que en el contenido de la misma, y, por supuesto, esto significa
que no siempre se razona ni reflexionan los datos dados; se ha sacrificado el
contenido del conocimiento a favor de la forma de conocer, cosa peligrosa pues
se presta a la manipulación ya que lo formal,
para servir, tiene que alimentarse del un contenido,
pero si dicho contenido es irrelevante, caduco y, encima de todo esto, dosificado
a lo mínimo (como los actuales programas escolares) so excusa de motivar el
aprendizaje personal y de manera natural,
es de entenderse que cualquiera pueda manipular la educación para sus fines,
pues quien controle la información controlará la forma de pensar, y esto es lo
que manejan los jerarcas neoliberales de los países desarrollados.
Igualmente, la educación -ante el valor imperante
de lo económico y material- ha quedado subordinada ante el mismo de manera que
no se educa -en realidad y contra lo que el discurso oficial dice promover- para el desarrollo de la persona y sociedad,
sino para seguir perpetuando el crecimiento y desarrollo económico lo que en un
contexto neoliberal es igual al desarrollo de las empresas. Lo dicho
anteriormente es más grave en las sociedades cuyo capitalismo es dependiente de
las grandes economías con empresas transnacionales pues la enajenación no solo
es a nivel “teórico”, sino que tiene una afectación social donde los pobres se
hacen más pobres, lo ricos más ricos, y se acrecienta la insatisfacción de los
sectores populares que no reciben los supuestos beneficios del progreso
económico.
El mismo
término competencia indica una
presión externa que obliga al sujeto a adaptarse a algo. En efecto, la presión
externa viene de las empresas que necesitan esta mano de obra capacitada pero
enajenada, que puedan sacarles el jugo a sus trabajadores y poner a su
disposición lo mejor de que ellos tienen para fines ajenos a los mismos
trabajadores pero en pos de la promesa de un mejor futuro si la empresa triunfa
en los negocios. La manera de lograrlo: la educación.
Ante dicha realidad es necesaria la enseñanza
de la filosofía y la formación de filósofos profesionales. La filosofía ha sido
desplazada ante los avances de las ciencias positivas o experimentales ante las
cuales se rinde el espíritu posmoderno en su anhelo de algo más menos estable y ante la psicología en el
ámbito existencial y, sin embargo, a pesar de los innumerables avances, su
humilde servicio será siempre necesario pues es la única disciplina que enseña
realmente a saber ser (supuesto
fundamento del modelo por competencias, aunque en realidad lo subordina al saber hacer), fundamenta tanto a las
ciencias experimentales como las sociales, critica los supuestos establecidos,
enseña a pensar pero también a buscar la verdad, tan buscada por todos pero tan
ahogada por el escepticismo y relativismo. Hoy, más nunca, es necesaria la
filosofía.
REFERENCIAS
Benedicto XVI. (2005) Deus caritas est. México D. F.: Basilio Nuñez
Fromm, E. (2000) El arte de amar. México D. F.: Paidós
Navarro, A. (2007) El yugo liberal en México. México D. F.: Minos
Pretelín, F. (2012) Referéndum Twitter. México D. F.: Coyoacán
Rojas, E. (1992) El hombre Light, una vida sin valores. México D. F.: Booket
Yurén, M. (2011) La filosofía de la educación en México. México D. F.: Trillas